Era yo, quien escupía esa angustia. Era yo, quien estaba desesperada, quien se sacaba algún peso de encima. Era yo quien pedía a gritos seguir gritando...
Me quedé pensando en lo bien que me hizo. Le agradecí a mi acompañante por haberme dejado descargarme. Y ahí me quede, sintiendo ese dolor en la garganta, que saciaba una increíble sed de sensaciones. Me quedé feliz, por aquel dolor que quizás hizo de los otros algo más insignificante.
En mi cabeza no pasaban novedades. Más de lo mismo. De lo de siempre. De lo que suelo pensar cuando estoy en ese lugar. Mi cabeza partida en dos partes ( desiguales, por su puesto).
Embroncada (como de costumbre) salí y volví a entrar a una nueva clase ansiando con el alma seguir gritando. Mi cuerpo habló como nunca. Caderas que iban y venían, miradas, sonrisas, suspiros. Mi pelo que se movía aún más suelto que yo. Yo, en otro plano, completamente inconciente. Ignorante de lo que fuera de mi cabeza pasaba. Estaba yo conmigo misma. Sintiendo el aire que tocaba cada parte mi cuerpo. Mis piernas que pisaban caras, pisaban personas. Mi cuerpo tocando otros cuerpos. Mis brazos, llenos de aire. Vibraciones.
Aún agotada, no me di por vencida. La expresión en todas sus formas. Mi paraíso en tierra, ahí estaba. Seguí sintiendo y sintiendo hasta el cansancio. Hasta el final. Hasta la muerte de mi liberación. Empecé a preocuparme. Mi cabeza volvió a trabajar. Volví a recordar, volví a ser yo. Volví a tener nombre, casa, colegio.
Volví a las lineas rectas, lo aburrido, la rutina, lo normal. Volví a lo viejo y empecé a maquinarme. Y todo era sobre lo mismo. Y me acordé del 28. Y pensaba, pensaba, pensaba. Y la música ya no me dirigía, sino que me molestaba. Me aturdía, no me dejaba tranquila en mis pensamientos. Abrí los ojos y me di cuenta que estaba equivocada, que verdaderamente tenía que dejar de pensar. Me paré y sólo dije algunas palabras pidiendo ayuda. Sólo recuerdo un " No te reprimas, dejá que todo fluya. Seguí moviéndote y dejá al pensamiento ser..."
Volví (en una menor medida) al entrar en trance y me dejé llevar por el cuerpo. Salté y seguí pisando esa cara que cada tanto me persigue. Intente hasta matarla, pegándole al aire. Sacando toda esa ira de mi cuerpo. Me violentaba su esencia... Y grité y grité "ya está, ya está. no reprimo a los pensamientos. Si odio a mis pensamientos les estoy dando mucha importancia y me dominan. Tengo que dejarlos fluir y que pasen. Ya está!"
Me dolía la cabeza. Y estaba ya superada por todo lo anterior. Después de volver a mi eje, me cambié y me fui. Y volví a mi realidad no tan dramática. Y volví a sonreírme por mensajes, volví a preocuparme por mañana. Volví a ser yo.
Y así de una hora a la otra, fui dejando pequeñas partes de aquel corazón que sigue reparándose. Fui sintiendo menos dolor.
(de todo tipo)
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